lunes, 26 de agosto de 2013

Gobernados por Trolles.

En la cultura de internet se conoce como troll a alguien que publica comentarios provocativos, irrelevantes o fuera de tema en una comunidad. La cuestión es que el ciberespacio se ha salido de los ordenadores y los trolles campan a sus anchas.
Algunos de los rasgos que definen al troll son:
Cambiar el tema de la discusión. No me interesa la pregunta, pues paso a otra cosa.


Ruptura de páginas. Enviar mensajes con grandes "imágenes" y caracteres para hacer ilegibles los mensajes anteriores. Unas acusaciones fuertes que dejan en segundo plano las reivindicaciones de los acusados.



Mensajes incendiarios. De esta modalidad hay muchos. Algunos ejemplos son casi todas las declaraciones de la ministra de Sanidad que tiene la misma facilidad para enfrentarse con andaluces, mujeres, homosexuales o inmigrantes.


Iniciar un tema antiguo para eclipsar los nuevos temas a debate. Aunque ahora está de moda Gibraltar, en cuestión de colonias me pareció mucho más divertido este caso de hace unos años llevado a cabo por los trolles ancestrales.


Carecer de información acerca del tema debatido y aún así participar en el debate.

Mensajes que contienen un fallo o error obvio.



Escribir intencionadamente un argumento escandaloso deliberadamente construido en torno a un fallo o error fundamental pero embrollado.


Y se puede seguir con muchos más ejemplos. Lo mejor es no alimentar al troll.

lunes, 5 de agosto de 2013

Cosas trilladas que vuelven como un boomerang.




No hay razón para que hoy en día no sea un asunto de estado rescatar y pedir perdón por un pasado terrible, a no ser que ese pasado no haya finalizado. Que ese tiempo se haya quedado paralizado y para siempre. Hoy se homenajea a trece mujeres jóvenes que fueron asesinadas por participar de la vida política, única y exclusivamente por eso. Y mientras en los medios siguen coreándose lemas de la dictadura, esos lemas que usaban para distraer al pueblo. Debemos estar en el mismo tiempo. Y en ese sentido escribo estas palabras. 

Y me queman tus banderas, esas que están roídas, esas que se rompieron, que ardieron en alguna batalla. Me hablan de Gibraltar como un boomerang, de Franco, de la maldad, de las rosas y de las rojas. Y me quedo sola. Temblando, temiendo que aquella cosa trillada, aburrida y desgastada venga a darme en toda la cabeza. Y me queman tus hambres y tus histerias, tus locuras y tu impaciencia. Y no pasa nada. Y no queda nada. No es tiempo nunca lo fue. No hay relojes en este país. No hay sangre en la venas. No hay nada. Rómpete la camisa,  la del cara al sol, la que bordaste ayer. Destruye o construye pero cambia. Deja ya de murmurar silencios en los bares, en las barras, en las mesas, en la publicidad indigente. Todo atado y bien atado. Qué debe cambiar para que nada cambie...eso se preguntaron algunos. Nada. Nada. Nada. 

En España no hay relojes, no hay tiempos, hay cosas trilladas que vuelven como un boomerang para recordarnos que hace mucho y no tanto tiempo ya llegó la victoria. Ni si quiera podemos saber cuando ocurrió, cómo fue todo. Aquí nada cuenta los minutos. 

Y mataron a las rojas y arrancaron las rosas pero eso...¿cuándo fue? ¿Antes o después de lo de Gibraltar? 

Los locos sólo oímos un tic-tac, tic-tac... que nos recuerda que estamos locos.