Sentía que se iba a volver loca de amor. El nerviosismo atravesaba su cuerpo como una aguja punzante y en ese momento sintió que amaba. Hacía noches que no dormía, sólo pensaba, imaginaba, leía y veía las páginas como si contaran su historia. Aunque no tuvieran nada en común.
Tenía trabajo por hacer pero no se concentraba, sólo amaba y su amor le daba miedo y el teléfono no sonaba. Quería llamar pero de la misma forma deseaba no hacerlo. Quería ser amada y no se daba cuenta de que ahora era distinto, porque ahora ella amaba.
No se enamoró de la belleza, ni de la conversación, ni necesitó un momento mágico para abrir su cuerpo a las experiencias empíricas del amor. Ahora no existían argumentos, era el corazón quien hablaba, y aunque fuera razonable no pretendía sacar razones. Esta vez no necesitaba justificaciones, esta vez no lo hablaba con nadie buscando convencerles de que era el amor de su vida. Todo era impulsivo y nervioso. Su mente aunaba éxtasis y miedo y su corazón palpitaba como nunca antes lo hizo. Temió que le diera un infarto.
Todo había sido fácil, eso pensó, pero no, todo era difícil. Su corazón no podía resistir un minuto más amar así, con esa locura, con ese nervio.
Pensó en que debía contarlo todo, pero sólo a él. Pero le daba miedo. No quería asustar con su locura de romántica postmoderna. No quería enamorarse de alguien como ella, a quien nunca jamás iba a poseer en su totalidad. Mas el deseo que le provocaba lo imposible hacía arder aún más su corazón, debilitado de tanto amar.
Según la autopsia: murió de amor una tarde calurosa de Agosto.
Tenía trabajo por hacer pero no se concentraba, sólo amaba y su amor le daba miedo y el teléfono no sonaba. Quería llamar pero de la misma forma deseaba no hacerlo. Quería ser amada y no se daba cuenta de que ahora era distinto, porque ahora ella amaba.
No se enamoró de la belleza, ni de la conversación, ni necesitó un momento mágico para abrir su cuerpo a las experiencias empíricas del amor. Ahora no existían argumentos, era el corazón quien hablaba, y aunque fuera razonable no pretendía sacar razones. Esta vez no necesitaba justificaciones, esta vez no lo hablaba con nadie buscando convencerles de que era el amor de su vida. Todo era impulsivo y nervioso. Su mente aunaba éxtasis y miedo y su corazón palpitaba como nunca antes lo hizo. Temió que le diera un infarto.
Todo había sido fácil, eso pensó, pero no, todo era difícil. Su corazón no podía resistir un minuto más amar así, con esa locura, con ese nervio.
Pensó en que debía contarlo todo, pero sólo a él. Pero le daba miedo. No quería asustar con su locura de romántica postmoderna. No quería enamorarse de alguien como ella, a quien nunca jamás iba a poseer en su totalidad. Mas el deseo que le provocaba lo imposible hacía arder aún más su corazón, debilitado de tanto amar.
Según la autopsia: murió de amor una tarde calurosa de Agosto.