"El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se
levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el
obispo." Con estas palabras comenzó
nuestra historia. Una historia de intimidad, de noches en vela entre sábanas
metiéndonos en la intimidad del otro. Su método eran palabras promiscuas, de
las que yo era consciente de no ser la única dueña, el mío mi noche y mi cama,
que también compartí con muchos otros. Aún así nadie jamás podrá quitarnos
esas noches, que fueron sólo nuestras y que quedarán para siempre como parte de
mi estructura, de mi anatomía.
Y como en aquella canción de José Alfredo Jiménez estuve a
punto de cambiar mi mundo por el mundo suyo. Y después fui coronel sin
correspondencia, muerto de hambre y apostando por un gallo heredado de un hijo
muerto. Y no comprendí sus palabras hasta que no llegué a Macondo, el coronel
Aureliano Buendía me lo explicaría mientras perdía todas sus guerras o
recordaba el día que conoció el hielo frente al pelotón de fusilamiento.
Amaranta, Úrsula Iguarán, los José Arcadios, Remedios la bella ascendiendo a
los cielos, Meme, Aureliano Babilonia... y él, ese Gabriel nieto del coronel
Gerinaldo Márquez. Esa vez, directamente, como testigo necesario, se metió en
mi cama, conmigo, para conocer de primera mano la historia de los Buendía.
La noche que acabé Cien años de soledad, tras buscar un
capítulo más perdido tras el gran final cerrado, sí cerrado, pero yo quería
más. Besé el libro con pasión. Nunca antes había tenido la necesidad de hacer
tal cosa, pese a mi relación romántica con el formato libroque me impide
disfrutar de los avances tecnológicos como el e-book. Todos los libros me
apasionan, pero lo cierto es que sólo he besado uno. Ahí no fui promiscua, ahí
soy sólo de Gabo.
Pero me introduje por consejo de un profesor en el Kamasutra
Caribe como él lo llamaba, y conocí el amor en los tiempos del cólera,
enamorándome de la rebeldía de Fermina Daza, o el devenir de Florentino Ariza.
Recuerdo con nitidez la primera relación sexual entre Fermina y Juvenal Urbino,
y todo lo que movió en mis entrañas ardientes juveniles.
Pero no pueden faltar los cuentos, los doce peregrinos o el
cuento largo de La increíble y triste historia de la Cándida Eréndida y su
abuela Desalmada... Pero como quería más también me acerqué al mundo del guión
cinematográfico con su Como contar un cuento.
En Relato de un naúfrago aprendí que por mucha hambre que uno tenga no puedes comer una gaviota cruda con facilidad y que no se debe dar de comer al hambriento y de beber al sediento si viene de estar demasiado tiempo a la deriva... puede ser catastrófico.
Tras el resumen descubro que aún me queda mucha intimidad por descubrir, muchas noches para meterme en la cama con sus palabras. Y si lo acabase todo, siempre podríamos repetir, si es que eso se puede, ya que yo soy distinta cada día, y a ello ha ayudado mucho cada una de las noches que pasé en el caribe colombiano, emigrada en Europa o perdida en el mar.
¡Por los viajes, por las palabras, por los besos que debo a las contraportadas de los libros, gracias y hasta siempre Gabo!