Era 2014 y todo parecía seguir igual. El bochornoso
espectáculo de poder, y los niños muriendo, y la gente sometida y todo igual.
¿Cómo iba a preocuparme yo por otra cosa? ¿Por qué cosa?
¿Cómo centrar mis esfuerzos?
Con 15 años me compré un pañuelo palestino, había
tenido que investigar sobre el conflicto palestino-israelí para un trabajo.
Ahora tengo muchos más, han pasado más de diez años y tengo que seguir lamentando
los mismos muertos, esas mismas imágenes de hacinamiento y represión. Siento
que nos matan un poco a todos cada día, cada vez que vemos con relativa calma
como algunos hombres son lobos para el hombre.
El mundo me rompió el corazón hace tiempo. Tengo que
reconocer que a veces me ponen tiritas, bellas tiritas que curan un poco mis
heridas. Veo que el mundo muere un poco cada día pero también veo mucha lucha.
Tengo unas ganas de llorar terribles, a veces nada parece tener sentido. Pienso
en el reducto español y me da miedo, salgo de las fronteras y siento tanta pena
que ya no sé dónde esconderme. Un barco en aguas internacionales no es seguro.
Tengo que luchar y no sé por dónde empezar. Tengo que curar mi corazón para que
mi amor pueda ser remedio, todos debemos hacerlo.
Nos pueden quitar los derechos, la comida, pero no las ganas
de luchar, no la libertad, eso no es tangible, no es un objeto más de mercadeo,
la libertad y el amor son del hombre, nacemos con ello. Por Palestina, pueblo
sometido donde la opulencia y el poder se muestra con bombas. Por los países
del sur, huyendo para refugiarse en la guarida del lobo, de África a Europa de
España a Alemania… Por todos.
Seamos tiritas, que nuestro amor nos cure y nos de alas.
Sólo los que tienen sueños pueden volar como las aves y dejar muy abajo a los
lobos devorándose entre ellos.
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