Antes de llegar al 28 debo cruzar la esquina, mirar entre los edificios y ver qué dejé a mi paso. Antes de llegar al 28 debo mirar dentro de mí, ver lo que está roto y rellenar los huecos de dorado para que jamás se me olviden esas cicatrices, para poder verlas en la noche y saber que fue y que ya no es más que un recuerdo. Debo ver también lo que está fecundado, lo que pronto dará frutos y quedar en paz sabiendo que todo marcha como debe. Antes de llegar al 28 debo mirar a mi alrededor, ver los edificios y mirar a sus ventanas, inventar qué vidas están en juego corriendo paralelas mientras yo camino hacia adelante. Pero sobre todo no debo olvidar que es un invento y que yo sólo controlo (y a medias) mi camino recorrido y lo que tenga que llegar. Antes de llegar al 28 debía escribir unas letras porque cada nueva etapa merece su propio prólogo.
Antes de dejar el 27 escribiré un epílogo y recordaré unas risas, pocas lágrimas, algún viaje… Recodaré a personas que me acompañaron, me miraré frente al espejo y comprobaré como va quedando marcada mi cara, como escribo un poema metafísico en cada uno de mis rasgos. ¿Qué me cuentan? ¿Qué pretenden contar al mundo? Antes de dejar el 27 debo recordar que no soy estrella del rock, qué aún no aprendí a tocar la guitarra, que quizás este número no tiene simbología para mí. O quizás que todos andamos reinterpretando los mitos cada día y que yo no iba a ser excepción.
Como cada año sigo por esta calle repleta de números donde las distancias no se miden en manzanas, donde las distancias no se miden, donde las distancias sólo son. Buscando explicaciones, emociones…Sumándome.
Ya casi llego al 28 y con curiosidad espero para poder ver qué nuevas historias tiene para crearme.
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