A veces me pregunto porqué aquí en el mundo rico ocupamos nuestra vida pensando en sandeces, porqué buscamos problemas por cosas irrelevantes y externas en vez de a lo que realmente somos, a ser personas. Educamos en lo material, en el consumo y no pensamos en que estamos creando personas indiferentes ante la vida aunque hábiles en el comercio. Los niños ya no juegan, se preparan para la competición del futuro, el arte se manifiesta como un producto más en el mercado, los padres no tienen tiempo para amarse, y mientras el resto del mundo se ahoga en el llanto de la incertidumbre que provoca no saber si comerán mañana, si podrán saltar las vallas que separan un mundo de otro, si sus hijos podrán ir a la escuela, si en el desierto no estallará una mina bajo sus pies, si acabará la guerra... Todo está pasando, aquí nos creemos con derecho sobre lo humano y lo que no lo es, allí buscan un mañana distinto. La falta de esperanza, la simpleza de los opulentos, nos lleva a un círculo vicioso dónde te preguntas que heredarán tus descendientes si un coche o una vivienda, pero se te olvida lo más importante, ¿qué mundo heredará el futuro? No nos importa, vivimos cerrados en nuestras urbes industrializadas, con un 40% de obesidad infantil y preocupados por mantener una supervivencia dentro de un mundo cómodo para los ricos, donde la liposubción o el liftin son lo más chic, donde no hay nada más que rostros bonitos y ropa de marca. No es difícil cambiar esto, pero hace falta sólo una educación distinta, donde conocer el mundo no se limite a Napoleón o las guerras Púnicas, donde se abra los ojos, donde se nos apunte con el dedo, porque la situación la creamos cada día cuando nos creemos en potestad de invadir países o cerrar fronteras, cuando la libertad roza el pasotismo, donde los jóvenes se sintetizan en las botellonas y en las conversaciones absurdas sobre como ser el mejor consumista. Pero el mundo no necesita más consumo material, la industria es la culpable de la decadencia humana, el neoliberalismo convence a las masas del peligro de pensar. Hay alternativas, sólo hay que buscar fraternidad global. Una globalización que quiera un mundo más justo, que no corte alas a los soñadores y que en definitiva la utopía de un mundo mejor deje de serlo para convertirse en el hecho.
La política se entiende como un engranaje partidista en busca de poder, del poder de unos cuantos, de los malos conocidos a los que todos alabamos. La miseria no sólo se ve en África, se ve en los rostros ilusos del pasotismo, en el partidismo atroz de los medios, y en las falsas sonrisas de los poderosos y de sus empresas financiadoras.
Esto es el mundo de hoy. Ahora toca hablar de cambio climático, pero ¿cuánto durará?, hasta las próximas elecciones probablemente, porque creemos que esto atañe a los partidos, el gobierno y la oposición, pero el problema es más grave, lo originamos y lo podemos combatir nosotros, pero no con votos. Es más díficil que celebrar con gusto la fiesta de la democracia, es más costoso que el último perfume de Lacoste. Es probable que nadie haga nada, pero por supuesto nos seguiremos quejando.
Los vuelos secretos de la CIA, guantánamo y tantos otros campos de concentración, la guerra del líbano, palestina-Israel, y la siempre nombrada Iraq. ¿ A alguien le preocupa algo de esto? no. Que pena no cito a ningún partido como salvador. Puedo pedir abstención de voto y seguro que secundarian mi demanda unos cuantos, eso es cómodo. Puedo pedir votar en blanco, el progre de turno, el soñador frustrado o el que realmente quiera cambiar esto lo hará. Quizás seamos cinco. Aunque con diez personas Dios, creado por el hombre, no hubiera destruido Sodoma y Gomorra.
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