En los últimos días llamaron a mi puerta fantasmas del pasado, a los que con una sonrisa y felicidad suprema invité encantada a entrar. Mi adolescencia quizás aún no haya acabado, es probable que aún siga en ello. Sin embargo veo esos años con una lejanía y nostalgia que me hacen sentir que ya debo andar por otra época.
Recuerdo los ingenuos que eramos todos, recuerdo los botellones, las primeras borracheras, las primeras conversaciones que tratan temas de "mayores", la política, las manifestaciones de la guerra, el saltarme alguna clase por la mañana, el comienzo de mi pasión por los libros, el momento en que me dí cuenta de que quería escribir, los amigos y las amigas y su importancia en mi vida, lo que me molestaba que me encasillasen, creo que a mi manera fui rebelde... Mi amor por el Che, la revolución que no pudo ser, el amor al amor, el deseo y la privación del mismo, el placer por el placer, el silencio y las conversaciones, las clases de historia, latín, griego, lengua, inglés... El patio del colegio. La hora del recreo. Estaba segura de que yo estaba destinada a acabar con los problemas del mundo y sentía envidia de mis mayores que habían corrido delante de los grises (creo que sigo sintiéndola...) El sentido de la identidad y de la intimidad... Los besos de amor sin nada más...los primeros roces eróticos...
Dicen que se llega a un momento en el que escribes de tu infancia, yo aún no he llegado a eso, pero de momento voy en camino y a mi manera venero mis años pasados.
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