domingo, 22 de agosto de 2010

Somatización.


Sentía que se iba a volver loca de amor. El nerviosismo atravesaba su cuerpo como una aguja punzante y en ese momento sintió que amaba. Hacía noches que no dormía, sólo pensaba, imaginaba, leía y veía las páginas como si contaran su historia. Aunque no tuvieran nada en común.

Tenía trabajo por hacer pero no se concentraba, sólo amaba y su amor le daba miedo y el teléfono no sonaba. Quería llamar pero de la misma forma deseaba no hacerlo. Quería ser amada y no se daba cuenta de que ahora era distinto, porque ahora ella amaba.

No se enamoró de la belleza, ni de la conversación, ni necesitó un momento mágico para abrir su cuerpo a las experiencias empíricas del amor. Ahora no existían argumentos, era el corazón quien hablaba, y aunque fuera razonable no pretendía sacar razones. Esta vez no necesitaba justificaciones, esta vez no lo hablaba con nadie buscando convencerles de que era el amor de su vida. Todo era impulsivo y nervioso. Su mente aunaba éxtasis y miedo y su corazón palpitaba como nunca antes lo hizo. Temió que le diera un infarto.

Todo había sido fácil, eso pensó, pero no, todo era difícil. Su corazón no podía resistir un minuto más amar así, con esa locura, con ese nervio.

Pensó en que debía contarlo todo, pero sólo a él. Pero le daba miedo. No quería asustar con su locura de romántica postmoderna. No quería enamorarse de alguien como ella, a quien nunca jamás iba a poseer en su totalidad. Mas el deseo que le provocaba lo imposible hacía arder aún más su corazón, debilitado de tanto amar.

Según la autopsia: murió de amor una tarde calurosa de Agosto.

martes, 17 de agosto de 2010

RUINAS



(Fotografías del húngaro André Kertész)



Llevaba varios días soñando con ruinas. Había leído un artículo sobre las ciudades devastadas, envenenadas, sobre Pripyat , Pompeya...sobre la ceniza. Sus ruinas pueden llegar a compartir mucho con un desastre nuclear, con un volcán.
Se imaginaba a sí misma huyendo por las silenciosas calles que nos quedan cuando el tiempo funde la eternidad con el momento. Nunca soñó a color, sus ruinas eran en blanco y negro... Y su voz gritaba sorda.
¿De que huía? ¿Acaso el Vesubio había entrado en erupción? ¿Quizás había estallado la planta?
Ella no lo sabía, y en su mundo onírico corría sin cansancio, sin piernas, sin brazos, etérea, difusa...huía del presente eterno, del purgatorio de la ruina.
Sólo oía la energía que le susurraba gritos de desesperación y muerte.
Cada noche antes de dormir intentaba imaginarse en lugares hermosos, llenos de flores de colores, cargados de música, rodeada de gente. Pero las imágenes de la barbarie volvían una y otra vez. Aquella noche soñó con la guerra, con la soledad tras la batalla en el campo, pero sobretodo con las calles derruidas de la ciudad tras el bombardeo. Ella corría de nuevo sobre fondo gris callado. Sin piernas, sin brazos, etérea, difusa...
Tras varios días de ruinas, de soledad, decidió pasar el testigo...quiso que otros vieran aquello que tanto le atormentaba. Volvió la mirada a su alrededor y mostró a todos nuestros lugares abandonados, nuestros recuerdos de la desgracia: Pripyat, Pompeya, el campo de exterminio en Auschwitz, el solitario desierto de minas en Sahara occidental...
Sus sueños le advertían de un nuevo paisaje, de la herencia que dejamos, de aquello que podrán estudiar sobre nosotros los arqueólogos que vendrán luego.
Ella seguirá con sus ruinas, les hará un homenaje cada noche. Aquellas ruinas que ya deberían ser símbolo.