lunes, 10 de marzo de 2014

Fuego



Hoguera, hogar, puerta cerrada
Caminas descalza
Fingiendo que el suelo no está frío.

Con el pelo al aire, 
provocadora
como las mil serranas del cancionero.

Con la piel suave y con la piel áspera
Como Femme Fatale y Donna Angelicata.
Como objeto definido y definitivo
como significante polisémico.

Erguida y a cuatro patas
con maquillaje, con cara lavada. 

Hoguera, hogar, puerta cerrada.
El fuego que incendió tu cabeza
ya quema tus pies
El espectáculo ha comenzado.

Y sobreviviste al parto,
al matrimonio, 
¿al desdén?
Eso nunca.

Como femme fatale y donna angelicata
con etiqueta de envasado
¿Al vacío?
Eso nunca.

Como serrana en Santillana, 
alcahueta en Hita,
o bailarina en Degas.

Hoguera, hogar, puerta cerrada.
Tomaste los montes,
adoraste la otredad.
Y te apresaron, te desnudaron, 
te violaron
Y ni si quiera entonces supieron ver.

Y me hablas de la lucha,
de las cadenas,
de las decimonónicas revueltas.

Hoguera, hogar y puerta abierta.
Yo quiero decidir,
y no quiero hoguera, ni hogar,
si no decido.

Saliste al campo 
invocaste a sus demonios,
tu libertad y su miedo.

Como Femme Fatale devora niños,
como metáfora vivida de su masacre.

¿Y qué hay de hoguera, hogar, puerta cerrada?
¿Nadie aguarda dentro?

Mis donnas, mis ángeles, 
tan frágiles que parecen romperse
ante el más mínimo hilillo de aire.

Yo las compadezco,
pequeñas niñas asustadas,
de ciencia ficción,
de elemento, objeto y puerta cerrada.

Las quiero humanas, 
sin roles, en público, 
adultas, dispuestas.

Hoguera, hogar y puerta abierta.
Y... si... ¿Apagamos la hoguera
y no fundamos un hogar?

Llegó el siglo XX, 
y la maternidad fue decisión,
el sexo disfrute
Las puertas se abrieron
sin dentro y sin fuera.

Y llegó el problema...

¿Sin femme fatale ni donna angelicata
cómo podrían reconocer a las brujas?