lunes, 11 de marzo de 2013

Lunes.


Era Lunes y muchos andaban al sol, como en la película. Y muchos andaban recitando poemas ripiosos y tristes por los cafés. El otro día me decían que era injusto que la sociedad se sintiera así, qué cómo se sentiría un hombre en el año 39. 

Y pensé al respecto. Un hombre, pongamos un republicano, digamos que en España, en el año 39 muy seguramente se sentiría vencido. No sólo por las armas, sino que sentiría sus anhelos truncados y muy difícilmente tendría esperanza. Probablemente estuviese en la cárcel o depurado en su profesión. Y seguramente pasando mucha hambre. E incluso puede que estuviese muerto en un cuneta y que en una posible "otra vida" supiese que jamás nadie le buscaría. O que en el caso de que alguien lo intentase nunca se lo permitirían. 

Un hombre, pongamos cualquiera, digamos en España, en el año 2013 muy seguramente también se sienta vencido. No sólo por la economía, no sólo por esta estafa que nos venden como crisis. Sino que sentiría una terrible sensación de haber vivido una realidad que no le pertenecía, que nunca existió y que él creyó no sólo en su existencia sino en que él había sido responsable de la misma. Muy seguramente esté en una cárcel. Aunque esta cárcel es un pongo distinta a aquellas del 39. En esta cárcel los barrotes son invisibles, pero no por ello no están. Muy probablemente esté depurado de su trabajo, o despedido o amenazado. Este hombre tampoco puede desarrollar su profesionalidad en paz. Y seguramente no esté pasando hambre de momento, aunque no sabe que pasará mañana. Vive con ese miedo, con esa incertidumbre. También puede que esté en la cuneta. En una cuneta distinta, no hecha de arena sino de soledad. Y que también sepa que nadie le va a buscar, nadie le puede ayudar, los barrotes de la cárcel, aunque invisibles, son fuertes y poderosos y su principal tarea es la de mantener el aislamiento.

Era Lunes y por fin salía el sol. Llevaba mucho tiempo lloviendo y muchos se alegraban de abandonar el paraguas. Y como siempre las mismas palabras perdidas y vencidas en los cafés, los mismos solitarios por las calles en la búsqueda del Dorado, o quizás del Plateado, del Bronce o del Enlatado. Ya son tantos paseos, ya son tantos rechazos, que ya se nos olvida que andábamos buscando. 

La guerra fue cosa dura. La postguerra siempre es peor. Con ella va la derrota, la pérdida de esperanza, la venganza y el hambre, o quizás aún no, puede que queden cebollas y que algún Miguel Hernández, desde su cárcel, le escriba una nana a un niño. Ese futuro, esa esperanza que parece perdida. 

Es Lunes y entre las nubes sigue habiendo sol. 


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