martes, 25 de noviembre de 2014

La violencia sutil.

Me enviaron este escrito, lo comparto sin modificar, respetando lo que en él se dice. 




" "Yo soy la que soy", dicen que esa frase es de El Quijote, por supuesto en masculino, yo no la recordaba exactamente así, yo recordaba algo como "Yo sé quien soy". Ambas dan juego aunque es más poética la primera. Aceptar quien uno es, es siempre el primer paso.

Hace unos días leí un artículo por recomendación de una amiga. Y... ¡Qué lástima me di! y después ¡Qué vergënza! Hablaba de las relaciones destructivas y del maltrato psicológico. Al perfil del maltratador se le llamaba "el fracasado". Describía una historia que bien podría ser la mía...

Todo comienza demasiado rápido, anormalmente rápido, en poco tiempo el primer "te quiero", comprar una cama grande... Una situación a la que no estamos acostumbrados porque no es normal. Y sin embargo que resulta atrayente precisamente por no ser normal. Si mis relaciones anteriores, que llevaban ritmos normales, habían fracasado... ¿por qué una relación con un ritmo más acelerado no iba a ser un éxito? Quizás ese era el problema, no se habían enamorado tanto y sobretodo tan rápido nunca de mí. 

Poco a poco estás dentro... Leí en el artículo que la forma de descubrir a un maltratador en esos primeros meses es observar como se relaciona con personas de distinto sexo desconocidas, por ejemplo una camarera o la cajera del supermercado, así te tratará a ti en seis meses. Él no era el colmo de la educación y los buenos modales, habitualmente era grosero, tenía poca paciencia y reacciones violentas ante la frustración. 

Lo peor de todo es que no sé cuándo, en qué mes, en qué momento, comenzaron los gritos y sobretodo no sé si fue antes o después que los desprecios. 

Era pronto, apenas un mes o quizás dos, uno de esos días que me invitó a su casa, íbamos a tener relaciones sexuales y  no sé si fue antes o después del sexo. Sonaba Leonard Cohen y estaba sentada en la butaca del salón, recuerdo nítidamente ese momento porque lo consideré hermoso. Él estaba frente a mí, en el comedor, trabajando con su ordenador... quiero creer que era cierto. Aún así es curioso que el mejor momento de mi relación, la paz y el romanticismo en estado puro, es un momento que viví sola...o quizás con Leonard Cohen.  Él estaba trabajando, yo lo entiendo, pero ¿para qué me invita si no tenía tiempo? 
Eso ya lo hizo el segundo día que quedamos, dejarme sola y coger el ordenador, allí mirando al infinito, como estuve tantas veces, como una premonición, o un adelanto, o quizás como un símbolo. En esa relación Yo iba a estar sola. 

Antes intentaba explicar mi caída en el origen, yo venía de una etapa muy inestable, lo había pasado muy mal, situación familiar compleja, la muerte de una de las personas más importantes de mi vida, mis catástrofes sentimentales, el fracaso de algunos proyectos vitales, una crisis de fe académica... Yo venía de todo aquello y de pronto alguien mostraba una atención excesiva hacia mi persona. Alguien conservador que me podía dar esa "estabilidad" que yo añoraba. 

Al principio las riñas no me ofendían, me chocaban pero no me ofendían. Como aquella vez que me escondió el móvil para que me atase los cordones antes de salir. No era una cosa excesivamente importante, me infantilizaba, pero era una tontería. Sin embargo en esos pequeños detalles se ve el futuro. 

Echándole cuenta le daba pie a seguir haciéndolo, y al no poner límites lo que era una riña infantil se podía convertir, como ocurrió en algo peor. Y que tu pareja se convierta en un padre autoritario y llega la riña constante el "no digas esto", "no te vistas así", "no eres capaz de tomar decisiones"... Pero las tomé, y ahí está bien lejos. 

"No comas con la boca abierta", "no hables ciertos temas en público", y su mano agarrando mi brazo mientras me miraba con odio, dejándome claro que no debía hacer o decir algo. 

Y sí, al principio, bueno en medio, hay enfrentamiento, no comprendo su actitud y le planteo mis dudas, y entonces vienen los gritos, los "me voy", los portazos y yo como una idiota corriendo detrás...

Pero el decía hacer todo eso para protegerme, por mí, y yo le insistía en que esas no eran las formas pero aceptaba que no había mala intención. Él criticaba mi prepotencia y mi pedantería y ahí si creo que lleva parte de razón. Fue prepotente creerme más compresiva e inteligente emocional, estar convencida de que por tanto yo controlaba la situación, y que cada perdón mío, al ir acompañado de una conversación, era mi forma de hacer pedagogía, de ayudarle a estar mejor y ser mejor. 

Por suerte o por desgracia tuve que distanciarme físicamente de él, y sólo esa distancia me ayudó a ver las cosas con perspectiva. (He de reconocer que había quien me avisaba, pero él me enseñó a no confiar en nadie, sobretodo de mi familia, o de amigos que no fuesen comunes). 

Con la distancia descubrí que no era su salvadora sino su víctima. Él estaba muy cómodo, yo en un pueblo perdido y sin salir, sintiéndome castigada. Había sido muy mala, había hecho muchas cosas mal, y además no sé tomar decisiones...

Al principio de estar en el pueblo todavía me despertaba con el susto en el cuerpo. Mi familia me lo decía extrañada... Estaba acostumbrada a que si me quedaba dormida tocaba riña, si se quedaba dormido él también (aunque yo hubiese madrugado y hecho muchas cosas aquella mañana), si el fallaba la culpa también era mía. Y yo sentía un terrible sentimiento de culpa ya que su vida era un caos por mí, nunca supe porqué en concreto, pero estaba claro que era por mí. Él me lo decía, y hay muchas formas de decir las cosas. 

Ni un sólo momento de paz, una charla tranquila (sin que de pronto se levantase y se fuese a dormir sin decirme nada, dejándome sola y con la palabra en la boca. Y no se me podía ocurrir pedirle explicaciones, era culpa mía). Ni si quiera tener sexo era algo fácil, todo estaba lleno de complicaciones, yo todo lo hacía mal. Eso también. 

Y al final sí, yo no daba pie con bola, es cierto, estaba extremadamente torpe. Es normal, demasiado tiempo escuchando que uno no vale para nada que se lo acaba creyendo. 

Ahora me avergüenzo del comienzo de este escrito, me avergüenzo porque sigo sintiéndome extremadamente responsable de todo lo que ocurrió. Porque yo he estudiado y leído sobre el tema, me he implicado en luchas... y pese a todo no he sabido verlo cuando lo tuve delante. 

Poco a poco he ido saliendo, como secuela ahora soy más desconfiada que nunca pero al menos sé que mis gafas violetas también están más graduadas que nunca..."

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