jueves, 15 de octubre de 2015

El Rey Arturo y los “caballeros” de la izquierda elevada.




Las polémicas en relación con el 12 de Octubre siguen coleando. Inicialmente puede decirse que hay dos bandos enfrentados: los que defienden la celebración de esta fiesta y los que no. En el primer grupo a su vez hay dos subgrupos. El patriota de banderita (que ni se plantea las cosas) y el “izquierdista” que reivindica su derecho a ser patriota.

 Del primer subgrupo destacan figuras tan notables del mundo de la cultura como Frank de la Jungla, o un jugador de fútbol llamado Soldado. Se basan en que su España es estupenda y ya está, no hay más… para qué más. A ellos les vale con eso. En el segundo subgrupo en cambio buscan “argumentos” para defender su postura. 

 De entrada podríamos decir que el “patriotismo” no es ideológicamente de ningún signo. Así, enarbolando banderas se ha defendido el mantenimiento de sistemas aristocráticos (antidemocráticos o “democratizados” a través de las conocidas Democracias Burguesas) o revoluciones con fines emancipadores y basados en la búsqueda de la igualdad de todos los hombres y mujeres (tanto en un contexto de lucha anti colonial como dentro de países colonizadores). Así el Che decía “Patria o muerte. Venceremos” y a su vez Franco hablaba de los “caídos por España”… Bien, sin quitarle a nadie el derecho a considerarse patriota y dejando a un lado lo que yo pueda opinar sobre las patrias procederé a analizar los argumentos dados por este subgrupo de “izquierdas” que se quiere reivindicar en semejante contexto. 

 Porque el contexto es muy importante, importantísimo. Decía Antonio Machado “En los tiempos duros los señoritos invocan a la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre”. Una reivindicación patriótica bastante cercana a los conceptos de emancipación a través de la igualdad y la cooperación defendidos tradicionalmente por la izquierda. Pero ¿qué ocurre? que estos sectores, llamados a sí mismos de izquierdas, no enarbolan la bandera del patriotismo para las personas, sino que argumentan (en una tergiversación histórica alucinante) a través de los valores que tradicionalmente han defendido los que se consideran “derecha” política. 

(Antes de seguir es preciso un inciso. Cuando hablo de derechas e izquierdas lo hago a grandes rasgos basándome en estudios que consideran que la derecha política sería la defensa de un status quo que garantiza la estabilidad social, mientras que la izquierda considera que todos debemos juntos e iguales construir nuestras sociedades. Estas dos posturas enfrentadas nadie puede negar que sigan existiendo.) 

 Entre los argumentos que he podido leer encontramos por supuesto la opinión del líder de la izquierda elitista: Arturo Pérez Reverte. Perteneciente a esa misma izquierda que se permite frivolizar con la violencia machista y hablar de “feminazis” siguiendo la estela de un líder de opinión de extrema derecha estadounidense. Pero es que esta izquierda elitista se puede permitir negar la igualdad de todos y favorecer las aristocracias. Así este señor, el señor etílico que me llamó “hija de puta” a mí y al resto en la presentación de uno de sus libros, argumenta que los verdaderos colonizadores están en esos países, ya que sus ancestros se quedaron en España. Muy bien Arturo, así que el colonialismo es algo entre personas, no entre colectivos y lo que importa no es quién mande matar por sus propios intereses sino el mandado. Debe ser muy divertido ver la realidad con semejante simpleza. Así puedes ser de izquierdas, machista y partidario del colonialismo, aunque resulte tan chocante como ese escritor que llama “hijo de puta” al que le tiene que comprar un libro. 



En realidad con este asunto no hace algo muy diferente a lo que hace con el otro. Cuando a cuenta de la violencia machista entro en debates absurdos donde me acusan de insultar a todo un sexo, yo siempre digo lo mismo. Como blanca he sido privilegiada y eso me avergüenza y lo combato. ¿Por qué? porque esto es un asunto ideológico. Si estoy a favor del ser humano y creo en él y en sus capacidades, es decir, creo en la democracia, no puedo permitir privilegios ni condenas por cuestiones de sexo, raza, cultura... Simple coherencia. 

 Ilusa de mí pensé que este argumento serviría, pero no es así, en este punto como en el otro defienden su derecho (como izquierda) a pertenecer al bando opresor y mantener esa distinción. Parece que Arturo no sólo quiere ser más por ser hombre sino que también quiere ser más por ser blanco… (Por qué será que eso no me sorprende) Así que tenemos a esta maravillosa izquierda elitista, en su mesa cuadrada (muy Monty Pythons), exigiendo su derecho a ser “patriotas” o quizás sólo estén reivindicando su derecho a ser de derechas. 



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