viernes, 18 de abril de 2014

Las vainas que se le ocurren a dios...

"El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo."  Con estas palabras comenzó nuestra historia. Una historia de intimidad, de noches en vela entre sábanas metiéndonos en la intimidad del otro. Su método eran palabras promiscuas, de las que yo era consciente de no ser la única dueña, el mío mi noche y mi cama, que también compartí con muchos otros. Aún así nadie jamás podrá quitarnos esas noches, que fueron sólo nuestras y que quedarán para siempre como parte de mi estructura, de mi anatomía. 
Y como en aquella canción de José Alfredo Jiménez estuve a punto de cambiar mi mundo por el mundo suyo. Y después fui coronel sin correspondencia, muerto de hambre y apostando por un gallo heredado de un hijo muerto. Y no comprendí sus palabras hasta que no llegué a Macondo, el coronel Aureliano Buendía me lo explicaría mientras perdía todas sus guerras o recordaba el día que conoció el hielo frente al pelotón de fusilamiento. Amaranta, Úrsula Iguarán, los José Arcadios, Remedios la bella ascendiendo a los cielos, Meme, Aureliano Babilonia... y él, ese Gabriel nieto del coronel Gerinaldo Márquez. Esa vez, directamente, como testigo necesario, se metió en mi cama, conmigo, para conocer de primera mano la historia de los Buendía.
La noche que acabé Cien años de soledad, tras buscar un capítulo más perdido tras el gran final cerrado, sí cerrado, pero yo quería más. Besé el libro con pasión. Nunca antes había tenido la necesidad de hacer tal cosa, pese a mi relación romántica con el formato libroque me impide disfrutar de los avances tecnológicos como el e-book. Todos los libros me apasionan, pero lo cierto es que sólo he besado uno. Ahí no fui promiscua, ahí soy sólo de Gabo.
Pero me introduje por consejo de un profesor en el Kamasutra Caribe como él lo llamaba, y conocí el amor en los tiempos del cólera, enamorándome de la rebeldía de Fermina Daza, o el devenir de Florentino Ariza. Recuerdo con nitidez la primera relación sexual entre Fermina y Juvenal Urbino, y todo lo que movió en mis entrañas ardientes juveniles. 
Pero no pueden faltar los cuentos, los doce peregrinos o el cuento largo de La increíble y triste historia de la Cándida Eréndida y su abuela Desalmada... Pero como quería más también me acerqué al mundo del guión cinematográfico con su Como contar un cuento. 
En Relato de un naúfrago aprendí que por mucha hambre que uno tenga no puedes comer una gaviota cruda con facilidad y que no se debe dar de comer al hambriento y de beber al sediento si viene de estar demasiado tiempo a la deriva... puede ser catastrófico.
Tras el resumen descubro que aún me queda mucha intimidad por descubrir, muchas noches para meterme en la cama con sus palabras. Y si lo acabase todo, siempre podríamos repetir, si es que eso se puede, ya que yo soy distinta cada día, y a ello ha ayudado mucho cada una de las noches que pasé en el caribe colombiano, emigrada en Europa o perdida en el mar. 
¡Por los viajes, por las palabras, por los besos que debo a las contraportadas de los libros, gracias y hasta siempre Gabo!




1 comentario:

Isidoro Macarena dijo...

Señorita Alina, gusto en saludarle. Debe usted prontamente añadir a su sombra una preciosa historia de Gabo, el mas mago de los magos. Se llama Del amor y otros demonios, y es el cuentito mas precioso que hay. Porque el tránsito infinito por el rio de "el amor en los tiuempos del cólera" ¿lo conoce , señorita? Saludos