viernes, 28 de mayo de 2010

Revolución.


Golpe de estado inminente...la calle está revuelta, los militares nerviosos. Todos sabían cómo podía acabar la cosa, pero ellos no tenían miedo. Sonreían, se besaban, hacían el amor en los portales. La chica de la camisa blanca, esa misma que miraba al cielo desde aquel banco de piedra, esa chica había aprendido a volar. No se lo enseñó nadie, no lo aprendió en ningún libro, no lo leyó en internet, esa chica había aprendido a volar sola, sin querer, ese día había comenzado algo más fuerte.
Las flores ocupaban las aceras, y los niños corrían sobresaltados por el movimiento de grandes cometas de colores que suplantaban para siempre a las banderas de sus padres. Los escépticos contemplaban desde las ventanas, desde los bálcones...con miedo, con mucho miedo...
Los militares se acercaban junto con antidisturbios para poner orden. Sin embargo no entendían que jamás había estado todo tan ordenado. El chico rubio cantaba abrazado a aquella farola gris que parecía de colores.
La señora del gorro azul sonreía mostrando eso que la vejez nos deja, sus bellas arrugas, sus dientes postizos, y todo era perfecto. Una perfección anciana que sentía que su vida había valido la pena. Que era feliz pensando en la herencia que dejaba. Aquella señora podría morir en aquel momento deseando que siguiese la fiesta.
Aquel día había empezado algo más importante, aquel día había empezado la revolución.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha encantado, no cambie nunca la forma de escribir ni de ser.

Besos, medcam.