jueves, 11 de junio de 2009

Primavera.


El invierno no apagaba a la primavera, sin embargo el otoño se instaló en un juego incómodo. Jugaba y jugaba y la pelota cada vez más desgastada, más rota, más inservible. El invierno sigue sin apagar al sol, pero en este otoño que pese a todo es caluroso, las nubes a veces lo esconden. Ocultan su brillo, quieren que no lo veamos, que creamos que todo es gris, que ya no hay nada de primavera en esta vida que se escapa entre la política, los deseos de unos y otros, el dolor, la falta de esperanza...
Una vez me dijeron que cuando se toca fondo sirve para impulsarse y salir del agujero. Espero que sea así y que el otoño con su inestabilidad no apague la primavera ya que sería triste ver que unas simples hojas caídas en el suelo podrían hacer más daño que el espantapájaros asustado y que el frío nocturno y las lluvias fueran más poderosos que los niños hambrientos de vientres hinchados.
Pronto llegará el verano.

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